jueves, 31 de diciembre de 2009

sin guantes

Con que absoluta comodidad me metí entre sus brazos, me arrimé a su mostrador y me quedé sostenida por mí misma, pero oliendo la sutileza de su felinidad. ¿Cual era sería la lógica encantada de aquel balanceo, de aquel abrazo que ya me había dejado hechizada?. Nada intelectual, por cierto. Nada sorprendente, nada provocador. Un equilibrio exacto entre el ser y el estar: eso era. Un moverse fino, pero de emoción, de la pura emoción de querer improvisar. ¿Y a mi qué? A mi quizá la posibilidad de ser en su estar. En un movimiento que al fin me habita, que me eleva en el juego de voy y vengo.

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